
Al pobre Jesús le despreciaron en muchas ciudades porque simplemente era el humilde hijo de un carpintero. No era un maestro de la ley ni un sacerdote del Templo. Tampoco pertenecía a una gran familia. Jesús se dio cuenta de que sus palabras e incluso sus milagros no eran valorados por muchas personas. Por eso les dice a los soberbios habitantes de ciudades como Corazín, Betsaida y Cafarnaúm que no disfrutarán del Reino (cf. Mt 11,20-24).
A veces podemos pensar que lo mejor viene de personas ilustres, poderosas o famosas. Que una persona normal y corriente, que no destaca en nada, no puede aportar nada valioso a nuestra vida.
Cuando rezamos el Rosario y meditamos, sobre todo, el Segundo Misterio Gozoso: la Visitación de María a su prima Isabel (cf. Lc 1,39-56), podemos ver que eso no es así, sino más bien todo lo contrario: lo mejor sólo brota de la humildad.
María, la más humilde de los seres humanos, la esclava del Señor, lleva a su prima Isabel lo mejor: al Salvador, al Hijo de Dios.
Y en el Magníficat María comparte con Isabel algo que ella ha vivido muy dentro de sí: que precisamente por ser la más humilde y pequeña de todas las personas, Dios la ha escogido para traer al mundo a su Hijo.
En la mentalidad de Dios, los más humildes son los más valiosos, aquellos que más cosas buenas aportan al mundo. Por eso Corazín, Cafarnaúm y las otras ciudades que despreciaron la humildad de Jesús han sido excluidas del Reino de Dios.
En nuestra familia, en nuestra comunidad o en nuestra cofradía sólo vivimos realmente el Reino de Dios cuando los más pequeños y humildes son los más valorados. Cuando, por el contrario, la comunidad gira en torno a los más poderosos, cuando el modelo a seguir son los más ilustres o los más famosos, entonces, en vez de cristiana, nuestra comunidad es como una ONG, o como una asociación civil, o como club social, pero no es un esbozo del Reino de Dios en medio del mundo.
Es muy importante que nuestra comunidad sea realmente cristiana. Por ello, a ejemplo de María, esforcémonos en ser humildes, valoremos como es debido a los más pequeños e insignificantes de nuestra comunidad: y así mostraremos al mundo un esbozo del Reino de Dios.