La flagelación y el rebajamiento absoluto del Señor
Jesús es comprado y capturado por los mandatarios religiosos, aquellos a los que tantas veces ha dejado en evidencia (cf. Mc 11,27-12,40). Por eso, éstos pretenden ahora degradarle hasta lo más bajo. Al Hijo de Dios, a la Palabra hecha carne, le acusan de falso profeta y de blasfemo (cf. Mc 14,53-65).
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